Con una gastronomía cada vez más especializada, uno de los productos de mayor calidad y más apreciados por los consumidores es la carne de cerdo ibérico. Además del jamón y otros curados tradicionales también podemos deleitarnos con sus cortes más revalorizados en los últimos tiempos.
El cerdo ibérico criado en montanera tiene propiedades únicas que dan al producto un valor gastronómico y nutritivo de muy alto nivel. Gracias a su crianza en libertad, su alimentación a base de bellotas y hierbas de la dehesa, la carne de cerdo ibérico tiene la particularidad de tener grasa filtrada dentro del propio músculo, una característica crucial para su textura, aroma, sabor y respuesta en las cocinas de los mejores restaurantes.
Además, a nivel de salud, hablamos que si el animal es criado en libertad en las dehesas, la concentración de oleico llega a superar el 65%, lo cual hace que se convierta en lo más parecido al aceite de oliva de entre todos los alimentos del mundo animal. El consumo de grasas insaturadas, especialmente las monoinsaturadas (oleico) se ha relacionado con la reducción del colesterol ”malo” y aumento del “bueno”.
En cuanto al valor biológico, además la calidad de sus proteínas es muy elevada gracias a la proporción de aminoácidos de acuerdo a las exigencias nutricionales de la dieta de una persona diaria.
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La gastronomía española no se entendería sin el cerdo ibérico en sus restaurantes. Se dice que deberíamos presumir tanto de este producto como lo hacen los franceses del foie o los rusos del caviar. Siendo uno de los animales más mimados de las ganadería, nos ofrece una carne de muy alta calidad y sabor inconfundible.
Algunas de las piezas más apreciadas como la pluma, secreto, presa, abanico… que se han ido introduciendo y ya forman parte esencial de las cartas tanto en restaurantes de a pie como en las cocinas más innovadoras dado que la carne de cerdo ibérico tiene una calidad gustativa excepcional.